Florecilla postmariana
Muchachos, decía el animador espiritual al ejército de almas adormecidas, dulce de brevas todos los días cansa. Era una florecilla más en el jardín de consejos para la vida estudiantil. La florecilla de breva ha durado largos años en un rincón de mi bodega, fermentándose – fragmentándose – día tras día. Se equivocaba aquel hombre santo: la breva diaria tiene sus encantos. Afortunadamente, ese dulce se vinagra o se vuelve más azucarado, según el tránsito de las constelaciones. La flor de breva no se corta, no se volatiliza en el instante, no embriaga en exceso los sentidos. Un necio habría podido preguntar al sacerdote: ¿para usted la mujer es un dulce de breva, padre? De seguro, el necio habría terminado siendo crucificado en la hélice del helicóptero pascual. Pero, el mensaje era demasiado profundo para que el ejército de tontos lo entendiese. La breva tiene sus encantos diarios al igual que las flores, la muerte o la mala hierba.
Juan I. Munoz
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